La cabeza de Ruth

¡Ah!, cómo se pasa la vida... Florestán
La diputada del PRD, Ruth Zavaleta, se ha convertido en el blanco de los grupos afines a López Obrador, éste incluido.
La presidenta de la Cámara de Diputados ha visto cómo los peores embates en su contra, las más ruines injurias, vienen de los suyos.
Y así fue el caso de Gerardo Fernández Noroña, quien la acusó de “haber aflojado el cuerpo”, lo que lo llevó al consejo del PRD a un benévolo extrañamiento, abandonando a su compañera de partido, avalando las descalificaciones del más activo operador urbano de López Obrador.
Luego vendría el ataque al unísono, con la misma caligrafía, como operan ellos, de los peje-blogs, donde la denostaron sin piedad y con saña, y nadie del equipo del ex candidato, ni sus mujeres, al contrario, sacó la cara por Ruth.
En este escenario se daría la declaración de López Obrador, acusándola de haberse dejado tocar las piernas políticamente hablando en la visita que le hizo Juan Camilo Mouriño como secretario de Gobernación, lo que provocó la respuesta de la diputada, quien desde la decepción de quien, dijo, creyó que era un estadista, le resultó ser un buscapleitos de taberna.
Al día siguiente comentó que su referencia a las piernas no iba dirigida a la diputada Zavaleta sino, dijo, a Mouriño y a Calderón, a esa parejita, lo que ya había sido desmentido por sus defensores quienes, como Fernández Noroña, lo justificaron al decir que así hablaban los hombres, que de ese modo se expresan todos, que las mujeres no aguantan nada, que no era misoginia, y que esa presidencia del Congreso le duraría un año, la diputación tres y la vergüenza toda la vida.
Como seguimiento de esta ofensiva de los duros de AMLO, esta semana la diputada bejaranista, su compañera de partido y de bancada, Valentina Batres, le exigió la renuncia a la Presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados por once motivos, que van desde la toma de protesta del presidente Calderón, el 1 de diciembre de 2000, hasta el reciente encuentro con Mouriño.
Tras este embate se esconde el fondo de la ofensiva en su contra: haberse atrevido a encarar al presidente legítimo, lo que no perdonan sus seguidores.
A esto Zavaleta respondió que hiciera la petición formal y que a ella no le quitaba el sueño.
En realidad, lo que estamos viendo es una escisión donde en una parte se encuentra López Obrador, y en la otra la Nueva Izquierda (NI); que el choque es parte de la lucha por el control del PRD en el proceso de relevo de su dirigencia en el que se enfrentan los mismos grupos, y que dejan claro el mensaje interno de hasta dónde están dispuestos a llegar en su defensa.
Pero también envían otro a la sociedad: si entre ellos mismos se descalifican, se insultan y agravian con esa violencia, qué le queda a los que no coinciden con ellos.
Nos vemos mañana, pero en privado.
Joaquín López-Dóriga - 118
La diputada del PRD, Ruth Zavaleta, se ha convertido en el blanco de los grupos afines a López Obrador, éste incluido.
La presidenta de la Cámara de Diputados ha visto cómo los peores embates en su contra, las más ruines injurias, vienen de los suyos.
Y así fue el caso de Gerardo Fernández Noroña, quien la acusó de “haber aflojado el cuerpo”, lo que lo llevó al consejo del PRD a un benévolo extrañamiento, abandonando a su compañera de partido, avalando las descalificaciones del más activo operador urbano de López Obrador.
Luego vendría el ataque al unísono, con la misma caligrafía, como operan ellos, de los peje-blogs, donde la denostaron sin piedad y con saña, y nadie del equipo del ex candidato, ni sus mujeres, al contrario, sacó la cara por Ruth.
En este escenario se daría la declaración de López Obrador, acusándola de haberse dejado tocar las piernas políticamente hablando en la visita que le hizo Juan Camilo Mouriño como secretario de Gobernación, lo que provocó la respuesta de la diputada, quien desde la decepción de quien, dijo, creyó que era un estadista, le resultó ser un buscapleitos de taberna.
Al día siguiente comentó que su referencia a las piernas no iba dirigida a la diputada Zavaleta sino, dijo, a Mouriño y a Calderón, a esa parejita, lo que ya había sido desmentido por sus defensores quienes, como Fernández Noroña, lo justificaron al decir que así hablaban los hombres, que de ese modo se expresan todos, que las mujeres no aguantan nada, que no era misoginia, y que esa presidencia del Congreso le duraría un año, la diputación tres y la vergüenza toda la vida.
Como seguimiento de esta ofensiva de los duros de AMLO, esta semana la diputada bejaranista, su compañera de partido y de bancada, Valentina Batres, le exigió la renuncia a la Presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados por once motivos, que van desde la toma de protesta del presidente Calderón, el 1 de diciembre de 2000, hasta el reciente encuentro con Mouriño.
Tras este embate se esconde el fondo de la ofensiva en su contra: haberse atrevido a encarar al presidente legítimo, lo que no perdonan sus seguidores.
A esto Zavaleta respondió que hiciera la petición formal y que a ella no le quitaba el sueño.
En realidad, lo que estamos viendo es una escisión donde en una parte se encuentra López Obrador, y en la otra la Nueva Izquierda (NI); que el choque es parte de la lucha por el control del PRD en el proceso de relevo de su dirigencia en el que se enfrentan los mismos grupos, y que dejan claro el mensaje interno de hasta dónde están dispuestos a llegar en su defensa.
Pero también envían otro a la sociedad: si entre ellos mismos se descalifican, se insultan y agravian con esa violencia, qué le queda a los que no coinciden con ellos.
Nos vemos mañana, pero en privado.
Joaquín López-Dóriga - 118
Etiquetas: Nueva Izquierda, Ruth Zavaleta
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